miércoles, 8 de septiembre de 2010

Ultima Despedida Para Humberto

www.eltiempo.com, Bogotá, 17 de junio de 1995

El féretro de Humberto Peña Taylor, conocido como el Duce, fue despedido ayer por decenas de estudiantes que en medio de llanto y rabia le cantaron un último adiós. Este estudiante de Derecho de la Universidad Nacional, que fue asesinado a bala el jueves pasado por dos desconocidos que ingresaron a la cafetería de la Facultad, fue velado allí, en medio de sus compañeros, que impidieron que la Fiscalía se lo llevara a Medicina Legal.
Por tal razón, la necropsia también se llevó a cabo en el anfiteatro de la Universidad. Ayer al mediodía, después del homenaje que los estudiantes le hicieron a su compañero en uno de los salones de la Facultad, recorrieron algunas calles de la Universidad con el féretro a cuestas.
Luego lo trasladaron a Bucaramanga, su ciudad natal, lugar al que fue acompañado por su madre y su padre, un veterano de la guerra de Corea.
El Duce que fue conocido siempre por su actitud reaccionaria, dentro de la Universidad, fue suspendido en la época en que el alcalde Mayor, Antanas Mockus, era rector.
Con respecto a su personalidad, el Alcalde dijo a EL TIEMPO que lo recuerda como una persona anarquista, muy inteligente a quién le gustaban las situaciones de riesgo y que se encontraba muy orientado por la literatura francesa.
El alcalde dijo acerca de la suspensión de esa época, que cada vez que iba a admitirlo de nuevo, él participaba en los disturbios y por ello no podía reintegrarlo.
En la Universidad, durante el funeral de ayer, no solo se percibió la tristeza en los rostros de los jóvenes sino el temor sobre la posibilidad de que hechos como este se vuelvan a repetir, pues algunos estudiantes ya han recibido amenazas telefónicas a través de papeles anónimos que les han enviado.
Según ellos, les han advertido varias veces que los van a matar por su actitud.
Y aunque hasta el momento se desconoce quienes fueron los autores del crimen, unos cuantos estudiantes, que pidieron mantener su nombre en reserva, aseguran que los responsables debían conocer perfectamente la Universidad, pues después del crimen se escabulleron en medio de los estudiantes y se ocultaron en otras facultades.
Humberto murió abrazado a su monografía de grado que ese día había acabado de imprimir y con la que iba a obtener su título de abogado el próximo 28 de julio. A muchos de los que lo vieron les parece irónico que en el momento de la muerte también tuviera en sus manos un texto sobre el año de la tolerancia, pues según los estudiantes a él se lo llevó a la tumba la intolerancia de quienes no aceptaban su actitud crítica.
Y es que según profesores y estudiantes, este joven de 28 años, se caracterizó siempre por su actitud crítica ante la institución y el gobierno. Pero fundamentalmente era, según sus compañeros, un estudiante brillante, con muy buenas notas y un pensamiento evolucionado.
Aunque los estudiantes reconocen que participó en tomas universitarias, hizo una huelga de hambre y participó en algunos disturbios, los estudiantes y los profesores, aseguran que no tenía ninguna relación con los Guardias Rojos o con el ELN. Y según ellos el Duce , se oponía a la actuación de estos grupos e impidió que esta clase de gente penetrara con fuerza en la Facultad de Derecho.
El decano y el personal de la Facultad en un comunicado de prensa, dijeron que este hecho fue una acción premeditada que se suma a los demás hechos criminales que ha registrado el país en los últimos días.
Además aseguraron que el estudiante sacrificado se distinguió por sus capacidades intelectuales que lo llevaban a rechazar todo tipo de violencia .

Carta a un Anarquista Muerto en Combate




Querido Duche o Humberto o Taylor o... como cada cual quiera llamarte según cómo te conoció.
Ya ves hermano, se cumplieron tus presagios, te cortaron el camino y no te dejaron asistir al ritual establecido del grado. Sé que para tí, para mí y para muchos ese acto fue y será importante. Para esta sociedad deprimente lo es más, por eso lo evitaron en fu cuerpo.
Humberto sonríe desde la tumba... mañana será peor y no porque sean más los muertos inútiles, ni por los desaparecidos ni hambrientos, no... sino porque hay un irreverente, un rebelde, un terco menos y eso duele en el alma.
Esta sociedad cumple sus amenazas. ¿Recuerdas aquella sentencia social en la cual se afirma que un individuo caerá en el lugar donde causa más problemas? Bien, se hizo realidad en tu existencia.

Te voy a comentar algo: hay personas tristes porque no has muerto tirándole piedras al vacío inútil, otras porque no te fuiste para el monte a recorrer pasos perdidos, y otras están desconcertadas porque muchos te lloramos con ternura. Yo creo que tú como buen anarquista moriste en combate por la vida, porque al igual que Biófilo Panclasta amabas todo lo que fuera vida y sabías que nunca nadie se va del todo.
Hermano, por tus diferencias te llevaré en la sangre, en el centro armónico como una perdiga incrustada que no me dejará tranquilo y así lo quiero.
Sé que desapruebas lo que te diré, pero compartía con vos el criterio de que nunca sabíamos quien tenía la razón, pero si entendíamos que quien mandaba imponía a la fuerza su verdad, por eso te mataron: por una verdad no compartida, ¿pero cuál?.
Probablemente estarás discutiendo —en el purgatorio o en el infierno— con Bakunin, Malatesta, Whitman, Rilke, La negra y..., o estarás negando otra verdad, o tan sólo paseas encantado con los ojos de Marilyn Monroe o deleitado con su cuerpo de diosa en el averno. Pero no irás al cielo, allí en esa mesa, sólo se sientan, alrededor de Dios, los imbéciles e idiotas que a todo dicen sí.
Gracias por tu terquedad, por ser piedra en el zapato, por ser aguja en el vientre, por seguir siendo; aunque no pueda verte en ese lugar de tu 'absoluta propiedad' llamado muerte, ve tranquilo Duche. Ya sabrás que sobre los sucesos ocurridos en Derecho se harán muchas investigaciones pero por fortuna nunca serán totalmente esclarecidos. ¿Recuerdas cuando afirmabas que las investigaciones suficientes respaldan cualquier teoría y que en caso de duda se hará aparecer una prueba como evidencia?.
Escuchando las múltiples versiones me viene a la memoria la ley de Murphy que dice: 'Los buenos tiempos terminan muy pronto, los malos continúan siempre'. En serio guardo la esperanza de que algún día aparezcan otros como tú que se vayan lanza en ristre contra los malos tiempos...
Ahora intentaré sacar este dolor que llevo en el alma. En ese mundo de la Universidad quien grita más tiene la palabra y ser claro es difícil porque la claridad confunde, nos hace pensar demasiado, ser concretos, lúcidos y tú y no querías eso, sino todo lo contrario, me entiendes verdad? No se (sic), con tu muerte no quiero desplegar veneno contra el sistema, ni contra el estado, ni contra las directivas, ni contra un determinado grupo, sólo anhelo pensar que la vida una vez más fue injusta y que no podías terminar de leguleyo o de litigante en una putrefacta oficina coreando o a izquierda o a derecha. No mi viejo, así tenía que ser, la vida es injusta pero sabia y te regresará a la Tierra a formar parte de la madre-conocimiento. Recuerda que las verdades naturales varían.
Creo entender por qué te acribillaron. Por error. Los únicos errores reales son los errores humanos. Esto es bien diferente a otra ley natural que asegura que la gente grata siempre tiene un final ingrato, pero estoy seguro que serás la excepción y con vos no se cumplirá la ley, ni aquél axioma que asegura que la memoria sólo sirve a su propio amo. porque un puñado (más de uno) te recordamos hasta siempre combatiente de la vida.
Carlos Araque o.
Maíz de Junio/95

Homenaje a un tropelero



Colombia Hoy Informa, No. 136. Bogotá, julio de 1995, Pp.5-6.

Esta sección está reservada a la colaboración de columnistas invitados. Esta vez, sin embargo, le hemos cedido el espacio a un miembro del Comité Editorial para expresar nuestra conmoción y nuestro rechazo por un asesinato, por todos los asesinatos.

"Le monde s'engendre dans le délire, hors duquel tout est chimère." 1 E. M. Cioran

Escribo con rabia. Con esa misma rabia que en Colombia nos ha llevado a desangramos por generaciones. Con la rabia que destruye al país desde que existe. Escribo para librarme de esa rabia, para que no se convierta en violencia, en más muertos, en más sangre. Para romper en mí, una y otra vez, la cadena que nos lleva hasta la guerra. Escribo para no hacerle el juego a la rabia de los otros, de los que han convertido la venganza y la muerte en una causa. Para no dejar en el silencio una respuesta a quienes en forma ambigua o directa buscan razones para justificar un asesinato.
Escribo con dolor. Mataron a Humberto Peña Taylor, por la espalda, en la cafetería de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional. Lo mataron con la cobardía pagada de los sicarios, a él, que siempre le dio la cara al tropel. Mataron a Humberto Peña Taylor y los periódicos, los buenos ciudadanos, los revolucionarios de oficio y los informantes, sueltan ru¬mores para tranquilizar sus conciencias. Unos dicen que era policía, tira en el argot universitario y de la izquierda; otros dicen que era Guardia Rojo, otros que anarquista; otros que era un simple provocador. En medio de tantas habladurías logran olvidar el asesinato, el hombre, la vida y si¬guen su camino de borregos. Hablan en el lenguaje de la muerte.
Conocí a Humberto cuando regresé a Colombia en el 91. Le decían El Duce, por una de esas analogías caprichosas que nacen en la Universidad Nacional. Hablaba con fuerza en público y mezclaba la jerga académica y filosófica con su verbo santandereano. No le conocí militancia política; me parece que estaba lejos de él la disciplina del partido o la fe religiosa de los Guardias Rojos. De tira sólo tenía los mechones de cabello que le colgaban por la nuca en un corte de pelo desafiante. Discutí con él como profesor y me hice amigo en el debate. Desde luego no era un santo, a menos que pensemos en los Santos Delirantes de Cioran. Pero ni aun así; odiaba la sabiduría mística y la filosofía de Cioran le parecía demasiado lasti¬mera. Lo conocí y aprendí a quererlo en lo mucho que nos separaba y en lo poco que nos unía. No compartía su desprecio por lo que él llamaba la masa, su pasión por el tropel en la universidad, que considero un juego peligroso que contribuye a maniatar nuestra acción crítica frente a la sociedad colombiana; su gusto por la acción inmediata, directa y con frecuencia violenta; su pose intelectual de elegido para librar una batalla personal contra el poder; y el discurso ambiguo que a veces copiaba de los enemigos que combatía. Sobre esos y otros temas, como su concepción sobre la mujer, discutimos muchas veces en público o en los corredores de la facultad.
Llevaba adentro una rabia y una fuerza que lo hacían mirar con desconfianza las palabras y los discursos intelectuales. Sin embargo, estaba metido hasta los tuétanos en la academia. Buscaba en la filosofía (Zuleta, Marx, Deleuze, Foucault, Bakunin, Guattari, Negri) un aliado inteligente para esa furia interna que lo impulsaba al tropel, y en muchas ocasiones con lucidez y verborrea lo encontraba. A veces era difícil hallar argumentos para contrarrestar su convencimiento de que sólo la acción directa era válida, en una sociedad que únicamente le ofrecía la muerte, el exilio, el silencio o la violencia.
Escuchándolo aprendí a respetar su capacidad para construir pensamiento propio, para no tragar entero, para no bajar la cabeza ni arrodillarse ante los poderes institucionales o alternativos. Aprendí a respetarlo en la crítica con que me bombardeaba, en su sonrisa ruidosa, en la solidaridad que repartía en silencio. Aprendí a ver en él una Colombia con la que necesitamos dialogar hasta al cansancio, a la que tenemos que permitirle encontrar puertas de salida para el presente miserable que vivimos, con la que debemos aprender a convivir y a crecer antes de destruirnos. Viéndolo moverse por la Universidad comprendí que su espíritu de tropelero iba más allá de las piedras y las papas, y que era una tontería que lo desperdiciara en enfrentamientos directos con la policía y el ejército, en vez de tener la paciencia para ayudar a reconstruir un país diferente por un camino que no le hiciera el juego a la violencia. Así se lo dije la última vez que nos vimos, me miró con la misma impaciencia de siempre.
Termino este homenaje con tristeza; con las lágrimas con las que he llorado tantos amigos, que ya me siento viejo. No he aprendido a alimentar mi espíritu de lucha con los muertos. No tengo una memoria antropófaga. Todos mis muertos me hacen falta y desearía que estuvieran acá. Que El Duce pudiera leer estas inútiles palabras y preparara contra mí toda su madera simbólica. Al igual que él, no puedo acallar mi alma de tropelero llena de huecos; pero no quiero que la guíen ni la rabia, ni el dolor, ni la tristeza. El asesinato de Humberto Peña Taylor no tiene justificación, así fuera tira, Guardia Rojo, anarquista (que en parte lo era) o provocador. No podemos aceptar que el lenguaje de la muerte siga tomando nuestras vidas cotidianas y que la información sea manejada por los cultores velados o abiertos de la guerra armada.*
Leopoldo Muñera Ruiz2
19 de junio de 1995.
Notas:
1. "El mundo se engendra en el delirio, fuera del cual todo es Quimera." E. M. Cioran. Des larmes et des saints. En: CEuvres, París, Gallimard, 1995, p. 237.
2. Profesor de la Universidad Nacional de Colombia.

“El Duce” era un destacado estudiante

Redacción Local, Santafé De Bogotá,
17 de julio de 1995, El Espectador


El día que Humberto Peña Taylor, un santandereano de 28 años, llegó por primera vez a la Universidad Nacional en Bo- gota, por allá en el 87, se le atravesó, de una, a más de uno.'Llegó pisando fuerte y pa'lante '' Algunos compañeros de la Facultad de Derecho lo recuerdan como ese personaje delgado, de 1.70' de estatura, con gabán negro y voz fuerte que nunca se la dejó montar de nadie. Era frentero y no dejaba tirado a ningún amigo.
Lo bautizaron EIDuce, porque no creía en los círculos de po¬der, no pertenecía a ningún grupo o movimiento político y -siempre estaba solo. Pero lo que más le valió a Peña para que lo mencionaran hasta en la Universidad de Antioquia fue su vehemencia: "A donde quie¬ra que llegaba se hacía sentir no sólo por su presencia sino también por su discurso", afir¬ma una estudiante.
El alcalde de Bogotá, Antanas Mockus, lo recuerda como un buen estudiante que defendía un ideario muy personal y que siempre estaba presente en los boliches y conflictos.
Tenía sus seguidores, inclui¬dos los primíparos descresta¬dos por sus congruentes y bien sustentados argumentos.
Rumbero a morir. La salsa y Andrés Caicedo lo sacaban a bailar. Eso sí, nunca tenía un peso en el bolsillo ni para una cerveza. Además no la necesitaba. Sus amigos nunca lo vieron tomar ni fumar.
Amigas muchas pero sus cuatro hermanas, don Her¬nando y Alba, sus padres en Bucaramanga, nunca le cono¬cieron ninguna novia., "A no¬sotros nunca nos dio proble¬mas, era una excelente perso¬na, buen estudiante y un gran amigo", sostiene su madre.
Pero desde el primer día en la Nacho se destacó por su forma de protestar. No habían pasado tres semanas de clase cuando organizó la primera revuelta contra las directivas de la ins-titución. La razón: no tenían salones para recibir clases. Ti¬raba piedra, formaba protesta y nunca se escondía.
Pero aquellos que vivieron de cerca a Peña, desmienten que él perteneciera a la Brigada Roja: "Ese grupo simplemente se_ la pasa pintando monachos en todas las paredes de la uni-versidad. Nada más. El Duce no se prestaba para esas cosas".
El 15 de junio a la 1:00 de la tarde, cuando Peña estaba en la cafetería de la Facultad de Derecho, un hombre y una mu¬jer le dispararon por la espalda y cuando cayó, lo remataron. Nadie pudo hacer nada ante el hecho. Al parecer, los sujetos se "cambiaron de ropa en la Fa¬cultad de Artes y se marcharon tranquilamente.

Muerto Estudiante En La Nacional

www.eltiempo.com, Bogotá, 16 de junio de 1995
Era la una de la tarde y los estudiantes de la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional estaban almorzando en la cafetería. De repente entraron un hombre y una mujer armados y dispararon contra Humberto Peña Taylor, a quien le decían el Duce, de 28 años, quien a los pocos minutos perdió la vida.
Esta es la versión de los estudiantes de la Universidad Nacional, acerca de la forma en que su líder estudiantil fue asesinado ayer. Pocos minutos después la rectoría de la Universidad decretó un receso académico y el cierre de las instalaciones hasta el próximo 20 de junio.
Los estudiantes que alcanzaron a ver a los dos sicarios después del crimen, aseguran que fue tanto el impacto y la sorpresa del ataque que nadie alcanzó a detenerlos, ni a hacer nada.
La diligencia de levantamiento del cadáver fue obstaculizada por los estudiantes que se negaron a que la Fiscalía se llevara el cuerpo, y según los estudiantes, al cierre de esta edición el cuerpo permanecía en la cafetería.
Por su parte la Policía Metropolitana, dijo que, según la información que les habían suministrado otros estudiantes, este joven fue identificado como jefe del grupo de Guardias Rojos que hay en la Universidad.
Pocos minutos después de que se produjo el crimen, los pasillos de la Facultad se llenaron de lágrimas y de gritos de desesperación, de decenas de estudiantes que llegaron corriendo por la noticia de la muerte de su líder .
No es justo que hayan matado a este hombre por su actitud crítica ante la pedagogía y el gobierno. El no le hacía daño a nadie, por el contrario era nuestro orgullo y las charlas que organizaban eran importantes para todos , dijo una de las estudiantes Según los estudiantes este joven hacía permanentemente asambleas y debates en los que cuestionaba la actitud del gobierno. Por ello aseguran, que el crimen fue de carácter político o de organismos que lo consideraban subversivo.
Las diligencias del levantamiento del cadáver de la Fiscalía estuvieron obstaculizadas por los estudiantes, que se negaban a que el cadáver saliera de las instalaciones y se lo llevaran a Medicina Legal para la necropsia Las directivas de la Universidad en un comunicado de prensa rechazaron el hecho y al igual que los estudiantes dijeron que solicitaban la presencia de la Procuraduría delegada para los derechos humanos y la Defensoría en ese sitio.

asesinado el estudiante HUMBERTO PEÑA TAYLOR

Comunicado a la Opinión Pública Nacional

El Decano, el Consejo Directivo, el Personal Docente y Administrativo de la Facultad de Derecho, Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad Nacional de Colombia.

DENUNCIAN:

El día 15 de junio de 1995, siendo la 1:00 de la tarde, fue asesinado el estudiante HUMBERTO PEÑA TAYLOR, por sicarios que le propina­ron siete disparos, cuando se encontraba con sus compañeros en la cafetería de la Facultad.

Este gravísimo hecho, sin precedentes en la Universidad Nacional -sede Bogotá, es sin lugar a dudas, una acción premeditada que se suma a toda una escalada de hechos criminales organizados por «ac­tores sociales militaristas y reaccionarios, que se han entronizado en la sociedad colombiana, tendientes a reprimir y obstaculizar toda forma de expresión legítima de inconformidad frente a un estado de injusticia en el que sobrevive el pueblo colombiano, y frente al cual la Universidad pública no es ajena.

El estudiante sacrificado se distinguió por sus capacidades intelec­tuales que le llevaban a rechazar toda forma institucionalizada de vio­lencia social y en consecuencia, mantuvo siempre una postura valero­sa de crítica frente al orden existente.

CONDENAMOS a quienes pretenden con este hecho, acallar las mani­festaciones de pensamiento crítico propias del ejercicio intelectual universitario y EXIGIMOS, que se determinen responsabilidades por acción o por omisión, de quienes tienen a su cargo velar por la seguri­dad y la protección de los estamentos universitarios. NO ESTAMOS DISPUESTOS A PERMITIR LIMITACIONES EN EL EJERCI­CIO DE NUESTRA ACTIVIDAD INTELECTUAL Y CRITICA, NI A DEJAR QUE LA IMPUNIDAD SE APODERE DEL CAMPUS UNIVERSITARIO.